jueves, 1 de julio de 2010

Avance del prólogo

Todavía recuerdo con ansiedad el día en que escuché aquel nombre resonar entre las cuatro paredes del templo. En aquel momento sentí de inmediato cómo todo mi cuerpo se estremeció por completo, pues aunque había aguardado con un ansia infinita aquel momento belicoso para poder cumplir así nuestro propósito, contradictoriamente, era Máximo quien se presentaba entonces por sorpresa. Esto, evidentemente, no hacía sino complicar mi existencia aún más de lo que ya estaba.

La situación adquirió un mayor grado de dificultad por momentos, pues de repente empezaron a surgir demonios de la noche desde todos los rincones del templo, los cuales inevitablemente debían ser aniquilados por El Séptimo Poder”.

El santuario, repleto de seguidores de Izacar, acababa de ser invadido por Máximo y su numeroso ejército. Sin dar opción a cualquier tipo de tregua, en breve se reanudaría la sanguinaria lucha ya comenzada siglos atrás.

Todo comenzó hace ya varios siglos, cuando ambos hermanos se aliaron con un mismo propósito, usurpar el trono al rey que en ese momento gobernaba y liderar así a su raza en igualdad. Una vez lo hubieron conseguido, la avaricia y el ansia de poder les llevó a enfrentarse entre sí, sumiéndolos por tanto en una terrible batalla que acabó con la victoria de Máximo y el destierro de Izacar, el cual furioso juró venganza.

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